Y aquí me encuentro, mirando como aquella hoja se desploma suavemente con el viento, callado.
¿En que te encuentras? Escucho la voz de mi madre, que me agita los nervios en ese sitio perdido de mi conciencia.
La atención, se ha vuelto hacia la voz. Tan preocupada, refugiándose de la lluvia.
Percibo el olor de una comida casera, hecha con cariño. Todo mojado pero con una sonrisa, ocupo mi lugar en la mesa.
El cuadro que pinta ese lugar, se entrevera con aquella hoja. Me vuelvo a perder en el silencio... Y me pregunto: ¿Cómo una sencilla hoja puede llamarme la atención?
Abruptamente, salgo disparado y recojo en mi mano aquella hoja, al entrar al comedor, mi madre, seca mi cabeza con la toalla, comprendo que yo soy aquella hoja...
De que me sirve ser verdad, si el mundo en el que vivo, es todo un mundo de mentiras...
¿Cuántas veces han mentido? ¿Es exagerado lo que digo? Tratan de prohibirme la libertad, expulsándome de la tierra en que habitan.
¿Con esto, piensan que mi voz se apagará? Las prohibiciones que me otorgan, cada vez hacen más grande a mi exigencia, a mi ideología sincera y transparente.
¿Hasta cuándo soportar? Mi boca ha pronunciado: ¡Basta! Estoy cansado de aplacar mi sentir, de tragarme las palabras, que deseo expresar en contra de ellos.
No vivimos en un mundo restringido, la libertad la palabra la tenemos, no quiero estar aprisionado con grillete, tampoco amordazado, mi espíritu vuela libre, sin ataduras; al igual que mis palabras.